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Mahoma en el infierno: El Camposanto

Mahoma en el infierno: Pisa en el siglo XIV nos habíamos ido con Ludovico el Bávaro que abandona Pisa y Fazio que recupera el poder de la ciudad. Estamos en 1329 y es en este contexto histórico en el que encaja el Cementerio Monumental.

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Mahoma en el infierno: el Camposanto – Buonamico Buffalmacco

Fazio necesitaba encontrar el lugar perfecto para desmentir públicamente a Ludovico y Niccolò.

En el Duomo, el grupo escultórico dedicado a Arrigo VII dominaba el altar mayor.

La Torre no era un lugar de reunión y no tenía ningún uso propagandístico.

El Baptisterio aún no estaba terminado y pintarlo al fresco no tenía sentido.

El Camposanto, en cambio, era perfecto.

El lado sur acababa de construirse, las paredes estaban desnudas y eran el lienzo ideal para un cartel redentor.

Los pisanos eligieron a Buffalmacco por su extraordinaria fama y porque conocía bien el infierno y los sermones de los monjes.

Se le había confiado la tarea de ilustrar la edición de la Divina Comedia comentada por Guido da Pisa, el primero y más famoso de los comentaristas de Dante, que hoy se conserva en el Museo Condé de Chantilly.

Pintor ilustrado, supo entender la interpretación del carmelita Guido y fue el primero en poner en imágenes el más famoso de los libros de la trilogía de Dante.

El programa fue cuidadosamente diseñado por los dominicos de Santa Caterina, entonces entre los intelectuales italianos más reputados.

Intentaron redimir a aquella Pisa orgullosa, herética y gibelina, mercader y avariciosa.

La pluma de Domenico Cavalca y la guía del arzobispo Saltarelli, hermano del güelfo Lapo vilipendiado en la Comedia por boca de Cacciaguida, habrían sido la leña y el fuego de la hoguera en la que quemar el poder y la vanidad de Pisan.

El triunfo de la muerte

El ciclo de frescos comienza con el Triunfo de la Muerte.

En la primera escena vemos a un grupo de jóvenes vástagos que encuentran tres muertos: según Vasari, Uguccione della Faggiola es el caballero asqueado que se tapa la nariz, mientras que Castruccio Castracani lleva un halcón en el guante.

Detrás de una montaña, en el centro de la imagen, se desata el Apocalipsis: numerosos muertos vestidos con finas túnicas yacen abandonados, mientras ángeles y demonios luchan por sus almas.

El único que se salva es el arzobispo, probablemente Saltarelli, que morirá poco después.

El Juicio Final

En el siguiente fresco, el Juicio Final, veremos a los poderosos implorar, los veremos llorar arrodillados a los pies de San Miguel.

La mayoría de los salvados son santos y mujeres intolerantes.

Entre los condenados hay muchos reyes y madonas que visten ropas lujosas: entre ellos vemos también hombres orientales y algún judío.

Pero no faltan los tonsurados, como los dos que aparecen al fondo, escondidos entre las damas que intentan escapar de las garras de los demonios que las arrastran al infierno.

Curiosamente, hay una escena en la parte central en la que un fraile franciscano que sale de su tumba es arrastrado por los sombreros por un ángel, que lo envía a los condenados, mientras se cruza con otro ángel que lleva un alma que merece ser salvada según San Miguel.

Entre los dos, un rey intenta llegar al Paraíso sin ser visto por el arcángel.

Los investigadores han visto en este rey Luis y en los hombres, por su detallada fisonomía y su proximidad al Emperador, a dos miembros de facciones rivales pisanas.